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Esculpir una piedra virgen, dibujar sobre un lienzo en blanco o comenzar el diseño de un edificio, son todas premisas que parten de una imagen mental, una idea, una forma. ¿Qué inspira a un artista a crear bajo ciertos parámetros? Parte del proceso evolutivo de un diseño se basa en condicionantes del proyecto, pero en buena parte esta inspiración viene dada por los antecedentes del arquitecto.

El arquitecto del Hotel Porta Fira

La obra del japonés Toyo Ito, Premio Pritzker de Arquitectura 2013, no es ajena al perfil urbano de Barcelona, ya que entre sus obras se encuentra el Palau Sant Jordi de Montjuïc por ejemplo. El Hotel Porta Fira se inspira en una flor de loto, una flor que en Oriente y en la filosofía budista simboliza pureza, elegancia y perfección, características que transpira este edificio, que ya se ha convertido en puerta de acceso y de bienvenida a Barcelona.

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Hospitalet, eje estratégico

El eje de acceso a Barcelona ha visto modificado su aspecto en los últimos años gracias a proyectos de primera línea como este proyecto, la Ciudad de la Justicia de David Chipperfield y el Hotel Renaissance Barcelona Fira de Jean Nouvel, que unido al recinto ferial de Hospitalet, han convertido la zona en un enclave estratégico de la ciudad.

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El diseño

El Hotel Porta Fira ya fue galardonado con el premio Emporis Skyscraper Award 2010 al mejor rascacielos del mundo (dejando en segundo lugar al mismísimo Burj Khalifa de Dubai), en donde se premió “su exquisitez estética y la integración urbanística“, por encima de otros valores que normalmente prevalecen más cuando se trata de rascacielos (altura, espectaculidaridad). Su diseño, una colaboración del japonés junto al estudio b720, liderado por Fermín Vázquez, partió de la premisa de ser el portal de acceso a la ciudad desde el aeropuerto del Prat.

Claramente imitando un tallo, el volumen de forma cilíndrica parte con un diámetro en la base del edificio que poco a poco se va expandiendo, hasta que se abre como una flor en el último tramo. La fachada presenta dos capas, la primera recubre el volumen con una piel opaca de muro cortina, mientras que la segunda está compuesta de tubos rojos de aluminio que determinan las aberturas para entradas de luz, otorgan movimiento y permiten crear un aspecto de continuidad cuando se expande su perímetro.

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El proyecto del hotel incorpora una segunda torre de uso comercial que únicamente comparte la misma altura (110m). La Torre Realia, de volumen completamente ortogonal, rompe la dureza de sus líneas con una forma orgánica de color rojo, convirtiéndose en un reflejo del Hotel Porta Fira.

Ambos volúmenes se conectan en la base mediante un pedestal que funciona como atrio común. Una adición más a la atractiva oferta arquitectónica de Barcelona y que ya se ha unido a su bien definido skyline.




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