Roma no se caracteriza por ser una ciudad que evoque modernidad en el imaginario colectivo, al menos es un pensamiento que tenía y que pude comprobar como cierto en mi primera visita a la capital Italiana y del antiguo Imperio Romano, la cual se me había resistido por años, aún teniéndola tan cercana. Esta afirmación no la hago ni como una crítica ni como un cumplido, cada ciudad crece y se desarrolla según su historia, su topografía y su economía se lo permita.

Sería impensable ver a Roma como una ciudad moderna, con la cantidad de edificaciones que son testigos de una época muy importante dentro de nuestra historia en el mundo occidental, y con sus errores y aciertos es innegable que ese legado ha dejado una ciudad caótica pero al mismo tiempo de enorme belleza.

La Fontana di Trevi

Un aspecto atractivo de Roma y que le otorga una característica única, es la proliferación de sus fuentes públicas. La Fontana di Trevi puede venir en mente al leer esta oración, ¿correcto? Así sea un tópico, es un lugar que no se debe dejar de visitar en Roma, y estando allí es grandioso ver el espectáculo de la fuente en sí y el efecto que causa en la gente. Pero, entre tantas fuentes de Roma, ¿qué tiene la Fontana di Trevi que la hace tan especial?

El aspecto más impresionante es cuando se aparece ante nuestros ojos. Caminando desde Vía del Corso y al comenzar a adentrarse entre esas pequeñas calles, es inevitable intuir que poco a poco se aproxima la Fontana, no importa si no sabemos el camino, sólo basta seguir a la gente y el bullicio.

Hasta que de pronto al cruzar en la esquina de la Via delle Murate, aparece en todo su esplendor. Al principio se ve más pequeña de lo que pensaba, pero al detallarla es impresionante lo grande que en realidad es y parece imposible que quepa en ese lugar. Es innegable la belleza de su arquitectura, pero desde que fue terminada en 1762 hasta mediados de siglo 20, permaneció en cierta forma desconocida para el resto del mundo.

Es asombroso pensar en el enorme flujo de agua que brota de la Fontana y mas lo es aún si nos remontamos a hace 2000 años, cuando en su lugar existía otra. Sin duda alguna la presencia de una gran fuente de agua puede ser algo muy normal en nuestros días, pero en el apogeo de la Roma del Imperio era un completo lujo. El dominio del agua significaba poder y los Romanos hicieron lo imposible para tener agua corriente en sus ciudades, de ahí la importancia que podían tener los acueductos para Roma.

Un acueducto en específico, el llamado Aqua Virgo, era uno de los once que dotaban de agua a Roma. Durante la decadencia del Imperio Romano cayeron en desuso, y es en el Renacimiento cuando vuelven a ser rescatados. El agua recorre unos 20 kilómetros por Aqua Virgo hasta llegar a su punto final, en efecto, la Fontana de Trevi. Lo más impresionante es que en la actualidad se continúa utilizando este acueducto para abastecer de agua no sólo a la Fontana di Trevi, sino a otras cuatro fuentes más, otro ejemplo de la genialidad de los antiguos Romanos como ingenieros.

Gracias a la magia del cine y a dos películas en especial es cuando comienza a tomar relevancia mundial. La primera de ellas, Tres monedas en la fuente, cuenta la historia de dos americanas que buscan el amor en Roma y para ayudar a la suerte, lanzan dos monedas en la Fontana di Trevi, creando sin querer una larga tradición de arrojar tres monedas en la fuente, para volver a Roma, o simplemente para ayudar en la realización de cualquier deseo. La tercera moneda es arrojada por Rosanno Brazzi más adelante en la cinta.

Tan rentable ha sido este filme para Roma que unos 3000€ aproximadamente se recaudan diariamente en la Fontana di Trevi, pudiéndose recaudar mas de un millón de euros anuales, lo que probablemente la convierta en la fuente mas rentable del mundo y recaudando mucho más que la película original.

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La segunda y más conocida La dolce vita, en donde una valiente y preciosa Anita Ekberg se zambuye en sus frías aguas, contribuyó a extender el magnetismo que actualmente desprende la fuente y que genera tanta expectación para todo aquel que la visita.

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Así que cuando os encontréis de frente a este icono mundial, no dudéis en lanzar tres monedas a la fuente y regresareis a Roma sin duda. Yo olvidé hacerlo y de momento no he regresado, pero no me preocupa porque no soy supersticioso. Si no consigo regresar creeré en la leyenda, pero hasta que llegue ese momento habrá que seguir esperando.